miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cuento 63. Dedicado a VCYAS

Había tantas formas de no conocernos que resulta extraordinario que hayamos llegado hasta este momento en nuestras vidas.
No iba a ir al congreso, no tenía dinero, pero el tema me interesaba y sólo implicaba inscribirme, no necesitaba pagar transporte ni hospedaje. Leí el programa en internet, hice una mini tabla con los horarios y salas de las conferencias, palomeando la tuya. Llegué tarde, me dieron mi kit de bienvenida pero no traía programa, me equivoqué de sala y me metí a otras conferencias. Quise inscribirme al curso, pero costaba casi tan caro como el congreso así que decidí tomar el recorrido de estudios de caso exitosos en el país. Pero cuando lo solicité la señorita me indicó que se acaba de vender el último lugar. Durante el lunch, comenté con mis desconocidos compañeros de mesa mi situación sobre el recorrido, uno de ellos me recomendó presentarme al recorrido de todos modos. Me imaginé parada a las 7 am junto al camión esperando un lugar y no me dieron ganas. Por la tarde del último día fui por mi factura, se me ocurrió preguntar sobre el recorrido, me indicaron que justo se habían desocupado dos lugares. El día del recorrido me la pasé increíble, cada proyecto que visitamos era mejor y mejor, el último fue el tuyo. Me sentía llena de preguntas y traté de abordarte, pero había tanta gente y me resultaste tan atractivo que era difícil concentrarme, a parte que aclaraste que no hablabas nada de español. No pudiste atender todas mis preguntas. Así que me alejé y traté de resolver mis dudas con tu colega, pero me dijo que el creador de la idea eras tú, que mejor te acaparara. Me volví a acercar, hablamos gratamente y me invitaste a un recorrido de proyectos de tu empresa al otro día. Después de muchos vaivenes organizacionales fuimos al mentado recorrido que me pareció espectacular. De ahí en adelante empezamos a colaborar en proyectos, so pretexto estamos cenando solos justo ahora. No sabría explicar cómo dimos el brinco de lo laboral a lo potencialmente sentimental. Así que como buenos obsesivos que somos, antes de cualquier decisión y con unas copitas de vino de acelerante, empezamos a construir un mapa mental en la puerta-pizarrón de la cocina, poniendo los pros y contras de aventarnos juntos al vacio en las lides del amor. Las disyuntivas empezaron cuando propuse que antes de entrar en ese obsesivo desgaje de detalles por qué no nos besábamos, chance ni nos gustaba y ya nos ahorrábamos tanto lío. Entre risas me dijiste, no, hagamos un breve análisis de las probabilidades de éxito que tenemos y así decidimos si le seguimos. Si vemos que no la vamos a hacer pues ya ni nos besamos jajaja. Llenamos el pizarrón de justificaciones que avalaban el riesgo de invertir en nuestro amor. Wooo casi podríamos vender el método de discriminación de criterios. Después de nuestro detallado análisis hecho bajo los influjos del alcohol y unos extraños chochos de Fósforo férrico me dijiste al oído -Ich liebe dich- paso seguido, ignorando todo lo antes descrito, nos dejamos llevar por un beso profundo que nos tiene ahora al borde del abismo o visto de otra manera... en espera de tu cuarta hija y mi primer propágulo carnal.