jueves, 24 de noviembre de 2011

Cercanía inusitada

Cuando estaba en la secundaria tomábamos un bus escolar para ir a hacer ejercicio al Ajusco. Uno de esos días dormité en mi asiento. Ya estaba conciliando el sueño, cuando sentí que mi mejor amigo, dejó caer suavemente su cabeza en mi hombro. Con su contacto, me hirvió la sangre, pero no abrí los ojos y al poco rato recargué mi cabeza sobre la suya y así nos quedamos todo el viaje. Ahora que voy en el avión, viene un hombre, terriblemente atractivo, a mi lado, trae un librote tamaño “no quiero platicar” y está muy concentrado en su lectura. Así que decidí cerrar los ojos y relajarme. Ya me empezaba a dormir, cuando sentí la mejilla del vecino en mi brazo. Me sorprendí con su cercanía, pero no abrí los ojos. Entonces, recorrió con suaves besos mi brazo, hasta encajar los dientes en mi hombro desnudo. Inevitablemente al abrir los ojos, nuestras miradas se encontraron. Sonreí nerviosa, mientras él ponía su mano sobre la mía y pude ver su argolla de matrimonio. Torcí la boca y lo miré haciendo una mueca de “no-no”. Lo besé delicadamente en la frente, poniendo una mano en su ombligo y con la otra despeinando sus aromáticos cabellos. Me incorporé al asiento, saqué la libreta azul y escribí esta historia, mientras él leía y jugueteaba, como gato, con mis dedos.

1 comentario:

marichuy dijo...

Ay, qué bonito recorrido aéreo. Yo quiero un compañero de vuelo así.

Un abrazo