Se cuando empezó esta manía de las cartas, pero prefiero fingir demencia para obviar ese momento.
Puedo decir que un día salí de casa con tu cuento en mi bolsa, tu nombre en la boca y la idea loca de llamarte en pensamientos. Lo hice con todas mis fuerzas, sin embargo supongo que no fue suficiente pues en tu lugar acudieron miles de personas, que me saludaban educadamente. Yo levantando la mirada estaba segura que corría el riesgo de perderme nuestro encuentro.
La mano me hormigueaba e imaginaba que al verte debía darte esa carta inmediatamente, tenía la certeza de que no había tiempo.
Fue creciendo tanto en mi esa angustia anticipada que se me notaba en la mirada y día a día me oprimía las entrañas. Al llegar a casa, con la respiración entrecortada, hacía una copia más del cuento sellándola con lacre. Poco a poco había una carta en cada bolsa, en cada casa, en cada sitio donde pudiera suceder el supuesto encuentro.
No tengo conciencia del tiempo, pero me fue invadiendo un sentimiento cotidiano. Cansada y agotado el miedo, me senté al quicio de una puerta y para mi sorpresa saliste tú. Con tu mirada serena me besaste y susurraste: –Corazón, ya es tarde-
1 comentario:
ME CONSTA QUE ES CIERTO!! JAJAJA
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