Justo cuando todo esto empezó me invadía una extraña nostalgia, no sé decir exactamente de qué y llegué a pensar que era del amor. Pero como jamás el amor me ha regalado absoluta paz, decidí que era absurdo extrañar semejante sensación.
Así que cuando te conocí no estaba dispuesta a mutar mi estado de tranquilidad y serenidad para enrolarme en una relación.
Nos conocimos de manera casual en un pasillo del hospital, cuando tú muy amablemente me ayudaste con las dos cajas de Ensure. Tiempo después empezamos a charlar - con el pretexto de los pacientes en común- y me pareció que era muy grata tu forma de hablar. Pero es preciso recordar que yo no andaba buscando algo formal y me pareció que tú pensabas igual. Con el tiempo creció entre nosotros la amistad, nos compartimos la vida y fue sencillo escuchar cosas que bajo otras circunstancias me hubieran hecho claudicar. Me contaste que tenías hijos, las infinitas locuras que habías hecho y juro que hasta me parecía divertido compartirnos entre besos lo disparates que cada uno habíamos vivido.
Como no pensábamos en algo serio fue fácil no cuestionar y llegar a esta relajada relación; me pareció genial lanzarme a pachanguear con toda intención. Para mí fue descubrir una nueva forma de vivir que cambió cómo percibo el amor. Cada día me divertía más, mientras que algo entre nosotros crecía y sin saber a ciencia cierta desde cuándo, empezamos a decidir juntos asuntos importantes sobre el futuro. Para ser una pareja sin compromisos es verdad que ya teníamos algunos, pero fue tan sutil la transición que no supe cuando debí reflexionar si todo esto iba bien o iba mal. Supongo que todo esto era tan grato que fuimos encontrando los recovecos y las rendijas para ser felices sin proponérnoslo. Todavía cuando discutimos por tonterías te digo
- Te recuerdo que no estoy buscando algo formal!!!! -
Y siempre me contestas:
- Señora, claro que lo recuerdo, le aseguro que tampoco es mi intención!!!!
¿Verdad niños? -
y no se hace esperar la carcajada familiar.
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