Me descubro descubriendo tu rodilla, la esquinita de tu codo y la suave curva de tu hombro. Me quedo maravillada de lo perfecto de tus dedos y de tus ojos tan pequeños que me sonríen mientras quedo azorada por el milagro de tu vida en la mía. Cuando supe que venías, no alcancé a precisar si me invadía la alegría o la zozobra, de lo que este mundo te podría ofrecer, de lo que yo misma te podría contar de él. Para mí este planeta, que adoro, es digno de inspirar historias maravillosas; pero acepto que hemos dejado que sucedan algunas cosas bastante vergonzosas. Así que a ratos no se si soy sincera cuando te digo que me alegro de que hayas llegado a este mundo misterioso. Por lo que a veces me sumo en turbios pensamientos de lo que podría hacer para ofrecerte cosas dignas de grabar en tu memoria. En este intento de hacer una mejora he sembrando algunos árboles, con el afán de que formen parte de tu historia.
Sólo salgo de esta maraña de ideas tirada por tus pequeñas manos que se prenden enérgicamente de mis cabellos, tan sólo para hacerme conciente de que al menos por el momento a ti te basta con mi presencia y un poco de delicioso alimento.
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