El paraíso
terrenal estaba adornado con piedras preciosas, granate, topacio, diamante,
ópalo, berilo, amatista, zafiro, rubí y ónix; de oro labrado eran sus aretes y
colgantes. Estaba al frente plantado un huerto. Del suelo, hizo Dios brotar
toda clase de árboles, hermosos de ver y buenos para comer. Todo eso era para
mí, desde el día en que fui creada, ya me tenía pensada. Supe reconocer mi
jardín porque en él corrían suaves vientos, trayéndome dulces aromas y
sensaciones que me encantaban. Era para mí ese lugar, era para mí ese momento.
Mis manos sembraban y cosechaban todo lo que estuviera dispuesta a trabajar. Mi
paraíso terrenal es ese lugar en el que brota el agua fresca y se disfrutan
ricos frutos. Este lugar es mi hoy y mi momento.
En mi paraíso
terrenal, sembré con mis propias manos papaya, sandía, chagalapoli, piña,
calabaza y romero. Tengo un hermoso clavellino y una juvenil Flor de Mayo. Hay
orquídeas, cícadas, cactáceas, bromelias, helecho y palmas. Herencia de mis
abuelas crecen hermosas flores multi coloridas. Y este año, una vez más, pondré
plantas en la azotea hasta que funcione ese proyecto.
En mi paraíso
terrenal disfruto los ricos y abundantes frutos de mi trabajo, deseos y anhelos.
Comparto con gusto estos logros con quien goce junto conmigo estas alegrías.