Cuando saco la cabeza por la ventana del auto disfruto enormemente
sentir como revolotean mis orejas con el viento. Sonrío con la sensación de
hormigueo en mi cara y cuando me miro al espejo descubro con extrañeza la
ausencia de mis largas orejas. Al comer una pieza de carne quisiera comérmela
toda, desearía poder roerle hasta los huesos, pero veo que los demás no lo
hacen e incluso dejan carnita pegada al hueso. Así que yo hago a un lado mi
plato aunque me imagino un hilo de baba escurriéndome de la boca. Cuando llega
alguien a quien quiero mucho, quisiera abalanzármele, llenarlo de besos, lamerle
los cachetes y ponerle unas suaves mordidas en la cabeza. Pero los demás,
saludan a quien llegue a medias, casi sin interrumpir lo que estuviesen haciendo.
Estoy seguro de que soy un perro, no sé qué habré hecho en mi otra vida para
que en está haya reencarnado en lo que ahora soy. Yo quiero hacer lo que me
venga en gana aunque se me salga el animal que soy por dentro.
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