Que bien me la pasé hoy, ayer y anteayer, en concreto que bien me la he pasado últimamente. Y creo que no he sido el único, me lo dice tu sonrisa traviesa, tu platica bonachona, la sensación de que la amistad ha crecido sin querer entre nosotros. Que grata tu llegada, que poco a poco fue transformando mis días en una colección de aventuras platicadas. Puedo decir que así de la nada, ha surgido en mi un extraño sentimiento, una chispa sospechosa de alegría que enciende en mi, cosas inesperadas.
A veces te pareces a ese buen amigo de la primaria, otras a esa comadre de la secundaria que hablaba cuando el mundo había decidido no pronunciar palabra y cuando más lo necesito te transformas en esa pared en la que puedo estamparme con confianza. Pero sucede que no siempre tengo la certeza de lo qué eres para mi, hasta cierto punto me siento complacido de saber que estás cerca. Y digo que hasta cierto punto, porque hay días que me siento sobre el filo de la navaja a punto de rebasar ese límite, que hasta hoy, ha permitido que no haya culpas en nuestras miradas. Con el paso del tiempo y entrados en confianza siento que te lo puedo contar todo, pero algo me dice que todo te puedo decir excepto lo que mas quisieras compartir.
Y descubro que disfruto estar así, justo en medio, sentir el borde y percibir que algo de mi brinca cuando llegas y batalla cuando dices que te vas. Ese movimiento me genera un borboteo interno, una especie de vibración que no logro describir ni pronunciar. Así que, confiado en que sólo yo percibo este trajín, me paro frente a ti llevando a salvo mi secreto sin que puedas sospechar como día a día voy de un lado al otro como pepita en comal.
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