Mi bisabuela era pianista, la recuerdo perfecto tocando Olímpica, con sus manos trémulas, ya con la vista muy afectada pero con su memoria intacta al piano. Lo hacía parecer fácil, cuestión de práctica, pensaba yo. En fin, el piano ha sido un elemento significativo en la familia, va y viene, no un piano en particular, si no "el piano" en general. En ambas familias ha sido signo de amor, distinción o preferencia. Se da, se quita, se embala para viajar, se empeña para iniciar un negocio prometedor, se arrumba, se da como un regalo sorprendente, se tira al olvido cuando se tiene, se añora cuando se pierde, etc. El piano es tantas cosas en nuestras vidas. Yo he estudiado por muchos años, tal vez no con la suficiente constancia como para que se note que soy pianista. No me sé una sola pieza completa de memoria y en cuanto lo dejo de estudiar olvido todo. De modo que, la siguiente vez que quiero retomarlo es como si nunca hubiera estudiado. Sin embargo, una y otra vez lo retomo, lo vuelvo a intentar y desde el fondo del abismo recuerdo lo que aprendí y algo vuelvo a tocar. Veo con nostalgia las partituras que antaño pude tocar y que si las quisiera tocar yo tendría que retomarlas prácticamente desde cero.
Yo siempre he tenido
que estudiar para tocar una pieza y aun así, con frecuencia, me equivoco al
tocar la pieza frente a la maestra o frente al público familiar cautivo. La maestra actual dice que no debo de pensar en otra cosa mientras toco el piano, eso no lo he podido lograr, en mi cabeza siempre hay varios temas circulando de manera simultánea, es como un motor que nunca se apaga. Recuerdo perfecto, como de niña la maestra me decía, “deberías de estudiar como
tu hermano que siempre da las piezas perfectas”. Cabe mencionar que jamás lo vi
estudiar. Así es la vida, para algunas cosas unos son virtuosos y otros
simplemente somos necios.
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